jueves, 7 de agosto de 2014

NOCTURNO PARA RAÚL BROZOVICH.


Entre los papeles de Brozovich entregados por él mismo a este humilde editor figuran también algunos bocetos como el que yace bajo estas lineas. La prueba del papel de oficina pública consta en las otras dos fotografías junto al puño y letra de esos poemas. Más claro no puede cantar el gallo.




Nocturno para Raúl Brózovich.

En el número 81 de setiembre del 1988, en la Revista Harawi de Paco Carrillo aparece por única vez en Lima un poema de Raúl Brozovich. Se trataba de Toparpa, una alegoría incásica cuya emoción dramática excedía en mucho el anfiteatro provinciano en que se había gestado. La voz de Toparpa al tiempo que la voz del poeta eran la transparencia misma con que se teje el mito y la desolación. La personae separatae del poema anuncia una épica que siempre ha estado escondida en toda la obra de Brózovich. Una épica urdida bajo la sombra del vuelo de un ave milenaria y cusqueña a la vez. Croata ruso por su padre y Mendoza cuzqueño por madre. El poeta, en verdad nunca se había movido de esta provincia del mundo, donde le cupo en algún momento conducir a Neruda a Machupicchu, o comer helados en la plaza de armas para luego conducir al gringo Keruac, sí, Jack, por las picanterías de la calle Vitoque. Él que nunca se cansaba de señalar a la chusma de arriba y a la chusma de abajo como a los habitantes acérrimos de esta parroquia así llamada. Algunos pensaron que la chusma de arriba era la de los aviones y la de abajo la de los aeropuertos, pero dejemos la cosa allí. Y vayamos de Toparpa a Pop art. No toquemos ya El Festín de Heliogábalo. Así esta nota tronante llamará la atención del peliagudo lector, hipócrita al fin y al cabo. 1/ estoy con la cabeza rota/ desplomado como debe ser/ besando el bello cutis de cemento en/manhattan transfer/es la flor salvaje de las radiolas/ lo que apenas escucho antes de morir/ uno/tiene ganas de reír observando el múltiple edificio del cielo/o / pisando firme la tierra 2/uno duda/ a mi no me pagan por decir una mentira/ estaba dormido/ amigo/ tu me puedes comprender/ tal vez sea el viento sólo el viento/ que atraviesa mis huesos de mariguana/ o la fina llovizna/ miel que brota y deslíe el puño cerrado de la cabeza/ encontré algo de solidaridad/ (el sueño conversa conmigo)
Esta cita muestra los infinitos registros con que Brozo construía sus poemas. Lo mismo que sus dibujos y pinturas, los construía en servilletas y papel de envoltura que iba dejando aquí y allá. Fue así como me entregó los poemas que ahora salen a la luz en una edición bizarra de Editorial Auqui, la que comienza su nueva época entre Cusco y Barcelona. Vladimir Herrera.